Soneto: IX

Miguel de Unamuno


Pasaron como pasan por la cumbre
regazadas las nubes del estío
sin dejar en los riscos el rocío
de sus pechos; pasaron, y la lumbre

del sol, desenvainada, pesadumbre
para su frente fué; lejos el río
por la fronda velado, á mi desvío
cantando reclamaba á la costumbre.

De la montaña al pié verdeaba el valle
del sosiego en eterna primavera,
rompía entre sus árboles la calle

pedregosa que sube á la cantera,
y era el del río el susurrar del dalle
de la muerte segando en la ribera.