Miguel de Unamuno
Pasaron como pasan por la cumbre
regazadas las nubes del estío
sin dejar en los riscos el rocío
de sus pechos; pasaron, y la lumbre
del sol, desenvainada, pesadumbre
para su frente fué; lejos el río
por la fronda velado, á mi desvío
cantando reclamaba á la costumbre.
De la montaña al pié verdeaba el valle
del sosiego en eterna primavera,
rompía entre sus árboles la calle
pedregosa que sube á la cantera,
y era el del río el susurrar del dalle
de la muerte segando en la ribera.
Pasaron como pasan por la cumbre
regazadas las nubes del estío
sin dejar en los riscos el rocío
de sus pechos; pasaron, y la lumbre
del sol, desenvainada, pesadumbre
para su frente fué; lejos el río
por la fronda velado, á mi desvío
cantando reclamaba á la costumbre.
De la montaña al pié verdeaba el valle
del sosiego en eterna primavera,
rompía entre sus árboles la calle
pedregosa que sube á la cantera,
y era el del río el susurrar del dalle
de la muerte segando en la ribera.