Manuel Acuña -bio-

POETA MANUEL ACUÑA

‘Él era un estudiante de Medicina, saturado del materialis­mo de las salas de disección . .. y al mismo tiempo un alma candorosa e infantil, llena de ternuras y arrobamientos ... En aquel niño tan infelizmente extraviado había el germen de un gran poeta . ., Ni tuvo tiempo para educar su gusto; ni sus estudios, exclusivamente dirigidos a las ciencias experi­mentales, le permitieron adquirir el pleno dominio de la len­gua poética . .. Ráfagas de genio tuvo Acuña, pero a mi en­tender sólo dos veces en su corta vida . , . Son dos poesías en que puso toda la sustancia de su alma enferma y atormenta­da: una de amor, Nocturno; otra de materialismo dogmático, Ante un cadáver. Esta última es una de las más vigorosas inspiraciones con que puede honrarse la poesía castellana de nuestros tiempos. Acuña era tan poeta que hasta la doc­trina más áspera y desolada podía convertirse para él en raudal de inmortales armonías. , . Ante estas dos soberbias inspiraciones se oscurecen las restantes suyas, pero hay be­llos rasgos de sentimiento en algunas otras, como Entonces y hoy, Lágrimas, Adiós . .., y tampoco carecen de mérito los versos humorísticos’ (Marcelino Menéndez Pelayo).

Sí... Menéndez Pelayo es quien lo dice. Pero, sin menos­preciar la gloria que para la memoria de Manuel Acuña significa haber merecido de él, y por dos veces, el calificativo de genio, ¿no parece como que se quedó un tanto corto al inventariar lo positivo de su obra? Pues, ¿cómo pasar de largo, por ejemplo, ante el depurado lirismo de la última de sus Hojas Secas? ¿Es menos genial acaso en este escalofriante, elegiaco adiós, con el que prematuramente envejecido parece despedirse des­de ultratumba? Cierto que en la obra de Acuña hay de todo, incluso altibajos y traspiés de principiante, mas, ¿cómo no había de tenerlos cuando apenas dispuso de tiempo para empezar? Pero nada peor que el morboso sensacionalismo de su tem­prana desaparición. Lamentable en sí, enturbió además los excepcionales valores poéticos de su famoso Nocturno a Ro­sario, hasta el punto de que quizá se recuerde más a Acuña como infortunado personaje que como autor del mismo; y, conver­tido así en patético paradigma del amante desdeñado, hace pasar inadvertidas otras interesantes facetas suyas, y el resto de su obra, relativamente abundante.
Normal es que, pasada la sentimental exaltación del ro­manticismo, la realidad acabe imponiendo sus fueros. En Hispanoamérica, bien entrada ya la segunda mitad del siglo pasado, no podía escapar a la hipersensibilidad de los poetas que la época de los tiernos deliquios y siderales transportes estaba caducando. De Europa llegaba por entonces el positi­vismo con el prestigio de lo nuevo. Y, fuera por ello o porque los estudios de Acuña no podían ser de índole menos senti­mental, el caso es que especula, filosofa, se debate inútilmente tratando de escapar a la contradicción de querer ser román­tico poeta y médico a la vez. Y el resultado fue la deplorable confusión afectiva e ideológica que refleja su obra. Diríase que en ella la realidad irrumpiera perturbadoramente, cual irreprimible recuerdo, restando ingenuidad a su romanticismo unas veces, y con inexorable crudeza otras. Y vemos al poeta tratar de refugiarse en el cinismo, pero, bondadoso hasta cuando quiere ser escéptico, deriva hacia el humorismo con juvenil gracejo.
Versificador nato, de fluidez un tanto desaliñada, prodigó Acuña su desorientado talento componiendo apasionados poe­mas amorosos, ideológicos, narrativos, patrióticos, sentencio­sos . .. empleando al efecto gran variedad de formas poéticas, con una facilidad que refleja su progresiva depuración técnica, haciendo que añoremos todo lo que pudo lograr cuando la turbulencia de su juvenil numen amainara con los años. Ya lo dijo Menéndez Pelayo: "su temprana muerte ha sido para la literatura mexicana una calamidad casi irreparable". Y así fue, porque después de él ya no pudo haber otro tan ro­mántico.


HOJAS  SECAS
(selección)
Oye, ven a ver las naves,
están vestidas de luto,
y en vez de las golondrinas
están graznando los buhos . . .
El órgano está callado,
el templo solo y oscuro,
sobre el altar ... ¿y la virgen
por qué tiene el rostro oculto?
¿Ves? ... en aquellas paredes
están cavando un sepulcro,
y parece como que alguien
solloza allí, junto al muro.
¿Por qué me miras y tiemblas?
¿Por qué tienes tanto susto?
¿Tú sabes quién es el muerto?
¿Tú sabes quién fue el verdugo?



DATOS   BIOGRÁFICOS
poeta Manuel AcuñaManuel Acuña nació el año de 1849 en la Ciudad de Saltillo, donde inició sus estudios. Para proseguirlos fue mandado por sus padres a la Ciudad de México cuando tenía 16 años, pudiendo presen­ciar así la retirada del invasor francés y la consecuente caída del efímero imperio de Maximiliano. A los dieciocho años, mientras Juárez escombra el país, devastado por la guerra, Acuña inicia en medio de la mayor penuria estudios de medi­cina y sus actividades poéticas (en sociedades literarias y pu­blicaciones periódicas.)
Veintidós años tenía Acuña cuando fue representado con éxito su drama El Pasado, cuya reiterada reposición le valió cuatro coronas de laurel, que infructuosamente ofrendó a Ro­sario, una de sus musas. Un año después, el 6 de diciembre de 1 873, truncó su existencia en la habitación que como in­terno ocupaba en la Escuela de Medicina. Sus restos estu­vieron en la Rotonda de los Hombres Ilustres, hasta que fueron reclamados por el Estado de Coahuila para trasladarlos al suelo natal, donde hoy reposan.