POETA LEOPOLDO LUGONES
EL fin de siglo sorprende en plena actividad a los escritores y a los poetas argentinos, que rodean al maestro Rubén Darío, precursor del modernismo en América.
Son tiempos felices, propicios a la creación, a la tertulia de los noctámbulos; las madrugadas se reciben en la mesa del café, se festejan con versos y chispeantes salidas, hasta que el sol llena las jarras vacías y las desborda sobre cuartillas borroneadas.
Darío prepara su autobiografía, fuerte y hermoso alero en el que cobija un sinfín de recuerdos.
Esa noche escribe: "Apareció Lugones, audaz, joven, fuerte y fiero, como un cachorro de hecatónquiros que viniera de una montaña sagrada. Llegaba de su Córdoba natal, con la seguridad de su triunfo y de su gloria. Nos leyó cosas que nos sedujeron y nos conquistaron..."
Lugones no se esforzó por ser popular, ni escribió para todos, a pesar de que su producción es fecunda y alcanza, en conjunto, unos treinta y cinco volúmenes.
Lugones tampoco concedió demasiada importancia a sus biógrafos, pues renegó de sus ideas socialistas, anuló más tarde sus convicciones democráticas y terminó por admirar el poder regulador del Estado.
Una gran parte de su obra está escrita en prosa y consiste en ensayos, discursos, estudios históricos y temas puramente imaginarios. Su valor es variable y aumenta conforme el tema es más argentino; pero en todos ellos es inconfundible el estilo que, a pesar de las aficiones extranjeras, representa una forma muy personal y moderna del barroquismo español.
Leopoldo Lugones fue, sin lugar a dudas, uno de los grandes poetas modernos de lengua castellana y evolucionó desde la compleja estructura del modernismo hacia la simplicidad de ritmo, imagen y sentimiento, que revelan sus romances de asunto nacional.
En su primer libro: "Las montañas del oro" (1897), predominan la nota cósmica y el acento ciclópeo de Víctor Hugo; en "Los crepúsculos del jardín" (1905) están presentes las influencias de Verlaine, de Samain y hasta se advierte una curiosa semejanza con el estilo del poeta uruguayo Herrera y Reissig.
"Canto a la luna por venganza de la vida" —dijo Lugones al comentar su tan discutido "Lunario sentimental" (1909), que promovió un sonado escándalo en las letras argentinas modernas—. Esta venganza la expresó en metáforas de extraordinaria audacia, dignas de un amargo humorista. En "Los crepúsculos del jardín" Lugones imitó el tono sensual de algunos poetas franceses de fines del siglo pasado; en las "Odas seculares" (compuesta en homenaje al centenario de la Revolución de Mayo) se atuvo a la métrica tradicional y a la entonación clásica; fue subjetivo en "El libro fiel" y variadísimo en sus "Poemas solariegos".
Como prosista evidenció su gran erudición en: "El imperio jesuítico" (Estudios de las misiones del Paraguay), "Prometeo" (tratado sobre mitos antiguos) y en los "Estudios helénicos" (sobre la poesía homérica).
Escribió una novela, "El ángel de la sombra", y varios relatos: "La guerra gaucha", "Las fuerzas extrañas", "Cuentos fatales".
En "El payador" realizó un estudio completo sobre Martín Fierro, y en la "Historia de Sarmiento", consiguió bellísimos trozos.
LEOPOLDO LUGONES (1874-1938)
Cordobés, de Villa María del Río Seco, agitador en el sentido más generoso de la palabra, infatigable hacedor de ideas, prosista recio y poeta de abundantes matices.
Leopoldo Lugones aceptó de buen grado las cargas del poeta y no rehuyó las consecuencias que le acarrearon su volubilidad y sus contradicciones en el campo de las doctrinas. La inconstancia política fue resultante de su pasión renovadora. Bregó sin temor contra la corriente. La mayoría no lo deslumhró, ni lo sedujo la norma preestablecida de su tiempo.
Lugones vivió en permanente discusión con los demás y consigo mismo, rectificando y rectificándose, aceptando hoy lo que mañana negaría con absoluta sinceridad.
Por encima del hombre campeó el genio, que no tuvo cargos demasiado altos ni recompensas demasiado grandes; fue empleado en Correos y Telégrafos, periodista, inspector de enseñanza secundaria y director de la Biblioteca de Maestros. Legó en cambio una obra múltiple, original y penetrante. En Córdoba publicó sus primeros ensayos literarios y en 1926, Leopoldo Lugones obtuvo el primer Premio Nacional de Literatura de la Argentina.
En Buenos Aires, Lugones genera constante polémica no tanto por su obra literaria sino por su protagonismo político que sufre fuertes virajes ideológicos a lo largo de su vida, pasando por el socialismo, el liberalismo, el conservadurismo y el fascismo.
Decepcionado, precisamente, por las circunstancias políticas de la década de 1930 y quizás por su propia militancia, Leopoldo Lugones se suicida el 18 de febrero de 1938 en un hotel de Tigre, Buenos Aires, (llamado "El Tropezón") al ingerir una mezcla de cianuro y whisky.