Miguel de Unamuno
He sorbido tus lágrimas, princesa,
y en ellas el secreto de tu pecho,
mas no temas, lo juro por tu lecho,
no lo dirá mi lengua que fué presa
de tu boca. Soy fiel á mi promesa.
Cuando, mendigo, llegué á tí maltrecho
del cielo amparo hallé bajo tu techo
y me pusiste junto á tí en la mesa.
No sólo en ella. Pero bien, señora,
por delgado que sea cada estambre
que traman la costumbre redentora,
esta es de nuestra vida la raigambre
y se come, fijando antes la hora,
más por matar el tiempo que no el hambre.
He sorbido tus lágrimas, princesa,
y en ellas el secreto de tu pecho,
mas no temas, lo juro por tu lecho,
no lo dirá mi lengua que fué presa
de tu boca. Soy fiel á mi promesa.
Cuando, mendigo, llegué á tí maltrecho
del cielo amparo hallé bajo tu techo
y me pusiste junto á tí en la mesa.
No sólo en ella. Pero bien, señora,
por delgado que sea cada estambre
que traman la costumbre redentora,
esta es de nuestra vida la raigambre
y se come, fijando antes la hora,
más por matar el tiempo que no el hambre.