Soneto: CIX Todo pasa

Miguel de Unamuno


La tierra roja, el cielo añil, culmina
el sol desnudo en el zenit y asesta
sus dardos; es la hora de la siesta;
se empardece el verdor de la colina.

A la redonda sombra de la encina
inmoble y negra, inmoble se recuesta
el negro toro, y una charca apresta
su espejo inmoble de agua mortecina.

Como un esmalte, de la calma al horno
recién fraguado, la visión se agarra
y en el espacio es de quietud adorno;

mas ay! que siempre eternidad nos marra,
pues pregonera del girar del torno
del tiempo canta instantes la cigarra.