Soneto 184
Lágrimas que partiendo de mi cielo
los rayos de su sol oscurecistes,
bañando el rostro mío, en que imprimistes
cristal, aljófar, llanto, fuego y hielo;
dulce seguridad de mi recelo
en quien mil firmes de lealtad me distes,
de tanta ausencia y soledades tristes
vosotras sois el último consuelo.
En fin bebí vuestro licor suave,
con cuya lluvia, como firme palma,
nació en el alma la esperanza mía.
Que no es posible que sin causa grave
se viera el cielo entonces todo en calma,
llorara el sol y se turbara el día.
Lágrimas que partiendo de mi cielo
los rayos de su sol oscurecistes,
bañando el rostro mío, en que imprimistes
cristal, aljófar, llanto, fuego y hielo;
dulce seguridad de mi recelo
en quien mil firmes de lealtad me distes,
de tanta ausencia y soledades tristes
vosotras sois el último consuelo.
En fin bebí vuestro licor suave,
con cuya lluvia, como firme palma,
nació en el alma la esperanza mía.
Que no es posible que sin causa grave
se viera el cielo entonces todo en calma,
llorara el sol y se turbara el día.