Romance 3 de Heinrich Heine

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El pobre Pedro

I
Con placer que el baile excita
danzan Juan y Margarita;
Pedro inmóvil, cejijunto,
de ellos los ojos no quita,
más pálido que un difunto.

Margarita es ya de Juan,
y en traje de bodas van
orondos y relucientes;
Pedro, con rabioso afán,
hinca en los puños los dientes.

Contemplando a la pareja
habla en voz baja, y se queja,
y prorrumpe al cabo así
«¡Como Dios no me proteja,
no sé qué será de mí!»

II
«Siento una pena aquí dentro
que me oprime el corazón;
do quiera vaya, me encuentro
siempre fuera de mi centro,
siempre en la misma aflicción.

»A mi amada busco loco,
cual si pudiera calmar
la angustia en que me sofoco;
y -¡ay Dios! -no puedo tampoco
su presencia soportar.

»Trepo al monte que hasta el cielo
se encumbra y hallo el consuelo
de que nadie me ha de ver:
allí, al menos sin recelo
podéis, lágrimas, correr!»

III
El pobre Pedro va errante,
macilento, vacilante,
más muerto que vivo: al verle
sorprendido el caminante
se para a compadecerle.

Dice la doncella hermosa:
«De la fosa éste vendrá».
Doncella de faz de rosa,
no es que viene de la fosa;
es -¡ay!- que a la fosa va.

Le llama la tumba pía,
porque ha perdido a su amor:
allí en paz y sin porfía,
aguardará el postrer día:
¿dónde estuviera mejor?