Poema: La desconocida de Heinrich Heine

La desconocida

Sé que a los jardines regios
de las Tullerías va
todas las tardes la hermosa
rubia, que es mi dulce imán,
y que bajo sus frondosos
castaños la he de encontrar.
La acompañan dos odiosas
damas de madura edad.
¿Son sus tías? ¿son dragones
con femenino disfraz?
Las dos dueñas bigotudas
horrible miedo me dan,
y aun mi corazón inquieto
más miedo me hace pasar;
y así, cuando en los jardines
me cruzo con mi beldad,
ni el más mínimo requiebro
me decido a pronunciar,
y apenas en mis pupilas
arde el interior volcán.
Hoy he sabido su nombre
por pura casualidad;
se llama Laura, lo mismo
que la hermosa provenzal,
por el excelso poeta
amada con loco afán.
¡Se llama Laura!, ¡Qué dicha!
me encuentro en el caso igual
que el Petrarca, cuando ansioso
consagraba a su deidad
de sonetos y canciones
inagotable raudal.
¡Se llama Laura! y lo mismo
que Petrarca, he de gozar
la platónica delicia,
la pura felicidad
de embriagarme en la dulzura
de su nombre celestial.
Al fin y al cabo, Petrarca
no consiguió nada más.