Poema - 70 - de Heinrich Heine

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¡Arrancado a tus labios de ambrosía!
¡A tus abrazos, que tan dulces son!
Detenerme quería;
pero impaciente el látigo esgrimía
el fiero postillón.

¡Esa es la vida, sí! ¡Continuo llanto,
continuo adiós, continuo padecer!
¿Por qué, si me amas tanto,
no tuvieron tus ojos más encanto,
no tuvieron tus brazos más poder?