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Hallé en sueños a mi amada:
¡cuán desdichada criatura!
Encorvado está su cuerpo
y todas sus gracias mustias.
Lleva un niño de la mano,
otro en los brazos, y anuncian
mirada, ademán y traje
flaquezas y desventuras.
Por la plaza del mercado
va errante y meditabunda;
me mira, y así le digo
con voz pausada y convulsa:
«Enferma estás y abatida;
ven, mujer, mi casa es tuya»;
con mi auxilio y mi trabajo
no ha de faltarte pan nunca.
De esos dos niños que llevas,
curaré, si Dios me ayuda;
y de ti, más que de todos,
¡desventurada criatura!
Para contar que te quise
ha de ser mi boca muda,
y una lágrima piadosa
verteré en tu sepultura».
Hallé en sueños a mi amada:
¡cuán desdichada criatura!
Encorvado está su cuerpo
y todas sus gracias mustias.
Lleva un niño de la mano,
otro en los brazos, y anuncian
mirada, ademán y traje
flaquezas y desventuras.
Por la plaza del mercado
va errante y meditabunda;
me mira, y así le digo
con voz pausada y convulsa:
«Enferma estás y abatida;
ven, mujer, mi casa es tuya»;
con mi auxilio y mi trabajo
no ha de faltarte pan nunca.
De esos dos niños que llevas,
curaré, si Dios me ayuda;
y de ti, más que de todos,
¡desventurada criatura!
Para contar que te quise
ha de ser mi boca muda,
y una lágrima piadosa
verteré en tu sepultura».