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La luna, colosal manzana de oro,
rasga el nublado en la celeste cumbre
y derrama en el piélago sonoro su
brilladora lumbre.
Por la extendida playa, do refrenan
su furor las corrientes, voy a solas,
y oigo las voces que incesantes suenan
en las revueltas olas.
Con grave lentitud la noche avanza
y el pecho estalla con pujante brío:
venid, ondinas, y en alegre danza
girad en torno mío.
Reciban vuestros brazos palpitantes
mi frente moribunda y dolorida;
y halle yo en vuestros ósculos amantes
raudal de eterna vida.
La luna, colosal manzana de oro,
rasga el nublado en la celeste cumbre
y derrama en el piélago sonoro su
brilladora lumbre.
Por la extendida playa, do refrenan
su furor las corrientes, voy a solas,
y oigo las voces que incesantes suenan
en las revueltas olas.
Con grave lentitud la noche avanza
y el pecho estalla con pujante brío:
venid, ondinas, y en alegre danza
girad en torno mío.
Reciban vuestros brazos palpitantes
mi frente moribunda y dolorida;
y halle yo en vuestros ósculos amantes
raudal de eterna vida.