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Dulce y tranquilo dormía,
sin zozobras y sin ansias,
y en sueños vi una doncella
de hermosura sobrehumana.
Era hechicero su rostro;
su tez como el mármol blanca;
luminosas sus pupilas;
luenga su crencha y rizada.
A mí vino blandamente,
cual vaporoso fantasma,
y en mi pecho reclinóse
la virgen hermosa y pálida.
Como late conmovido
por temores esperanzas,
a su contacto latía
mi corazón, hecho un ascua.
El corazón de la hermosa
no ardía ni palpitaba:
era de nieve su pecho,
y de hielo sus entrañas.
-«Mi corazón no palpita,
mi sangre está congelada;
mas también conozco y siento
de amor la celeste llama.
No arde la vida en mis venas,
ni mis mejillas inflama;
pero como dulce amiga
vengo a ti: no temas nada».
Dijo, y me estrechó en sus brazos
con tal brío y fuerza tanta,
que en ellos aprisionado
me oprimía y sofocaba.
Cantó el gallo en aquel punto,
vigía de la mañana,
y desapareció al oírlo
la virgen hermosa y pálida.
Dulce y tranquilo dormía,
sin zozobras y sin ansias,
y en sueños vi una doncella
de hermosura sobrehumana.
Era hechicero su rostro;
su tez como el mármol blanca;
luminosas sus pupilas;
luenga su crencha y rizada.
A mí vino blandamente,
cual vaporoso fantasma,
y en mi pecho reclinóse
la virgen hermosa y pálida.
Como late conmovido
por temores esperanzas,
a su contacto latía
mi corazón, hecho un ascua.
El corazón de la hermosa
no ardía ni palpitaba:
era de nieve su pecho,
y de hielo sus entrañas.
-«Mi corazón no palpita,
mi sangre está congelada;
mas también conozco y siento
de amor la celeste llama.
No arde la vida en mis venas,
ni mis mejillas inflama;
pero como dulce amiga
vengo a ti: no temas nada».
Dijo, y me estrechó en sus brazos
con tal brío y fuerza tanta,
que en ellos aprisionado
me oprimía y sofocaba.
Cantó el gallo en aquel punto,
vigía de la mañana,
y desapareció al oírlo
la virgen hermosa y pálida.