- 10 -
Muchos cadáveres yertos,
todos a mi voz despiertos,
saqué de la sepultura;
y hoy no quieren esos muertos
volver a la noche obscura.
Me hizo olvidar el terror
las provechosas lecciones
del experto profesor,
y me asedia espantador
ejército de visiones.
¡Déjame, turba sombría!
¡No me acoses sin cesar!
El placer y la alegría,
a la clara luz del día
aún puedo en el mundo hallar.
Lucharé con insistencia
hasta respirar la esencia
de la ambicionada flor;
¿qué me importa la existencia,
si ha de faltarme el amor?
En mis brazos estrecharla
una vez, sólo una vez!
¡Ceñirla y acariciarla,
y apasionado besarla
con amorosa embriaguez!
¡Oír el sí palpitante
de su labio celestial!
Eso, espectros, es bastante
consígalo, y al instante
os sigo al antro infernal.
Lo sabe la grey impía,
y me llama noche y día
con gestos de Belcebú:
¡Oh dulce enemiga mía!
no me importa: ¿me amas tú?
Muchos cadáveres yertos,
todos a mi voz despiertos,
saqué de la sepultura;
y hoy no quieren esos muertos
volver a la noche obscura.
Me hizo olvidar el terror
las provechosas lecciones
del experto profesor,
y me asedia espantador
ejército de visiones.
¡Déjame, turba sombría!
¡No me acoses sin cesar!
El placer y la alegría,
a la clara luz del día
aún puedo en el mundo hallar.
Lucharé con insistencia
hasta respirar la esencia
de la ambicionada flor;
¿qué me importa la existencia,
si ha de faltarme el amor?
En mis brazos estrecharla
una vez, sólo una vez!
¡Ceñirla y acariciarla,
y apasionado besarla
con amorosa embriaguez!
¡Oír el sí palpitante
de su labio celestial!
Eso, espectros, es bastante
consígalo, y al instante
os sigo al antro infernal.
Lo sabe la grey impía,
y me llama noche y día
con gestos de Belcebú:
¡Oh dulce enemiga mía!
no me importa: ¿me amas tú?