- 6 -
En noche muda y sombría,
cuando yo dulce dormía,
a mi tranquilo aposento
vino la adorada mía
por arte de encantamiento.
Contemplábala extasiado;
con igual placer y agrado
contemplábame ella a mí;
abrió al fin el labio osado
y de pronto dijo así:
-«Tuya soy: desde este instante
me entrego a ti sin reproche;
seré tu dócil amante
desque suene media noche
hasta cuando el gallo cante.»
Llenóme de asombro aquella
súbita proposición:
la hermosísima doncella
prosiguió, amorosa y bella:
-«Por mi amor, tu salvación.»
-«De mi voluntad rendida
dispón, oh prenda querida,
y gózate en la victoria;
te doy mi sangre y mi vida;
mas no el reino de la gloria.»
Oyó la gentil doncella
mi firme contestación;
y más amante y más bella,
volvió a su extraña querella:
-«Por mi amor, tu salvación.»
Siniestra y lúgubremente
su voz para mí sonaba;
un volcán era mi frente,
la angustia me sofocaba
y me faltaba el ambiente.
Entonces vi aparecer
serafines y querubes
ceñidos de rosicler;
y entre borrascosas nubes
ministros de Lucifer.
Luchaban éstos, armados
contra la grey celestial,
y por ella rechazados,
huían por todos lados
los negros genios del mal.
Yo, en tanto, a la amada mía
contra mi pecho oprimía
cual cervatilla amorosa;
y ella en mis brazos gemía,
tan bella cual quejumbrosa.
Gemía, y yo penetraba
la causa de su dolor;
sus dulces labios besaba,
y al fin, rendido, exclamaba:
-«Ya es tuyo todo mi amor».
Tal dije, con loco anhelo;
y en aquel momento mismo,
sentí mi sangre hecha un hielo;
tembló a mis plantas el suelo;
se abrió delante un abismo.
Por ese abismo surgía
la legión triste y sombría;
pálida a mi hermosa vi,
y aunque ansioso la oprimía;
disipóse y la perdí.
Y giraba alrededor
el tropel aterrador,
cada vez menos distante;
y lanzaba mofador
su carcajada insultante.
Y estrechando más y más
los hijos de Satanás
su cadena de vestigios,
gritaban: -«Nuestro serás
por los siglos de los siglos.»
En noche muda y sombría,
cuando yo dulce dormía,
a mi tranquilo aposento
vino la adorada mía
por arte de encantamiento.
Contemplábala extasiado;
con igual placer y agrado
contemplábame ella a mí;
abrió al fin el labio osado
y de pronto dijo así:
-«Tuya soy: desde este instante
me entrego a ti sin reproche;
seré tu dócil amante
desque suene media noche
hasta cuando el gallo cante.»
Llenóme de asombro aquella
súbita proposición:
la hermosísima doncella
prosiguió, amorosa y bella:
-«Por mi amor, tu salvación.»
-«De mi voluntad rendida
dispón, oh prenda querida,
y gózate en la victoria;
te doy mi sangre y mi vida;
mas no el reino de la gloria.»
Oyó la gentil doncella
mi firme contestación;
y más amante y más bella,
volvió a su extraña querella:
-«Por mi amor, tu salvación.»
Siniestra y lúgubremente
su voz para mí sonaba;
un volcán era mi frente,
la angustia me sofocaba
y me faltaba el ambiente.
Entonces vi aparecer
serafines y querubes
ceñidos de rosicler;
y entre borrascosas nubes
ministros de Lucifer.
Luchaban éstos, armados
contra la grey celestial,
y por ella rechazados,
huían por todos lados
los negros genios del mal.
Yo, en tanto, a la amada mía
contra mi pecho oprimía
cual cervatilla amorosa;
y ella en mis brazos gemía,
tan bella cual quejumbrosa.
Gemía, y yo penetraba
la causa de su dolor;
sus dulces labios besaba,
y al fin, rendido, exclamaba:
-«Ya es tuyo todo mi amor».
Tal dije, con loco anhelo;
y en aquel momento mismo,
sentí mi sangre hecha un hielo;
tembló a mis plantas el suelo;
se abrió delante un abismo.
Por ese abismo surgía
la legión triste y sombría;
pálida a mi hermosa vi,
y aunque ansioso la oprimía;
disipóse y la perdí.
Y giraba alrededor
el tropel aterrador,
cada vez menos distante;
y lanzaba mofador
su carcajada insultante.
Y estrechando más y más
los hijos de Satanás
su cadena de vestigios,
gritaban: -«Nuestro serás
por los siglos de los siglos.»