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El piélago sin ribera
surcábamos, dulce bien,
una noche placentera,
mecidos por el vaivén
de nuestra barca ligera,
Isla encantada a lo lejos
divisábamos perplejos;
oíamos dulces sones:
y entre pálidos reflejos,
danzaban blancas visiones.
Y cada vez el cantar
era más dulce, y al par
más fantástica la danza;
y por el inmenso mar
íbamos sin esperanza.
El piélago sin ribera
surcábamos, dulce bien,
una noche placentera,
mecidos por el vaivén
de nuestra barca ligera,
Isla encantada a lo lejos
divisábamos perplejos;
oíamos dulces sones:
y entre pálidos reflejos,
danzaban blancas visiones.
Y cada vez el cantar
era más dulce, y al par
más fantástica la danza;
y por el inmenso mar
íbamos sin esperanza.