Poema: Declaración de Heinrich Heine

Declaración

Comienza el mar a gemir,
la sombra empieza a caer;
sentado en la extensa playa
miro con triste avidez
danzar las revueltas olas
en espumoso tropel;
y mi corazón con ellas
alborótase también.
Memorias y anhelos vagos
surgen y crecen en él,
porque tu voz y tu imagen
oigo y miro, dulce bien;
tu imagen que sobre todo
flota siempre, pura y fiel;
tu voz, que en todo la escucho,
y en todo la escucharé,
en el viento que solloza,
en la ola, muerta a mis pies,
y hasta en el propio suspiro
de mi recóndito ser.

Con ligera caña escribo
en la arena: «Te amo, Inés».
Y suspirando traidora,
mansa viene la ola infiel,
y al punto borra la dulce
declaración de mi fe.

¡Caña frágil! ¡Leve arena!
¡Pérfida mar! ¡Ola cruel!
Para nada os quiero; nunca
a engañarme volveréis.
En la selva escandinava
crece altivo, entre otros cien,
abeto, que al cielo sube,
ese abeto arrancaré,
En las entrañas del Etna
fuego eterno se ve arder;
en las entrañas del Etna
hundiré el tronco después.
Con esa tremenda pluma
y esa tinta escribiré
en la bóveda enlutada
de la noche: «Te amo, Inés».

Entre los vívidos astros
las cifras de mi querer
brillarán todas las noches
hoy y mañana y después.
Generaciones de ángeles
veránlas resplandecer,
y por siglos de los siglos
repetirán: «Te amo, Inés».