Poema de Abu Firas Al-Hamdani...
circa 968 d. C.
La madre del prisionero
Cúbrate la lluvia, madre del prisionero cuya suerte
aborreces.
Él está turbado, no se pone en pie ni camina.
¿A quien llevar la buena nueva del rescate?
¿A quien cuidar, que cabellos sobre la frente arreglar,
si tu hijo anda por tierra y mar?
¿Quién le protejerá, quién le llamará por su nombre?
Los ojos ya no hallarán la paz de noche;
abyecto sería mostrarse alegre
habiendo tú degustado la muerte y el infortunio sin
hijo ni compañero.
El amado de tu corazón desapareció de aquel lugar
en que presentes estaban los ángeles del cielo.
Lloren por tí aquellos días en que, paciente, ayunabas
al sol abrasador del mediodía.
Lloren por tí aquellas noches que en pie pasaste
hasta despuntar la luz de la aurora.
Lloren por tí aquellos oprimidos, de tantos temidos,
a quienes tú acogiste cuando no hallaban protector.
Lloren por tí aquellos pobres indigentes a los que
socorriste
cuando no se tenían en pie,
Cuantas largas, incomparables penas pasaron por tí.
Cuantos secretos por tu corazón pasaron sin revelarse jamás.
Cuantas veces te daban albricias que acercaban el plazo
de mi llegada.
¿A quien me lamentaré, a quién suplicaré mi liberación
si tengo el pecho encogido de dolor?
¿Qué mujer rezará ahora por mí, a la luz de que rostro
me iluminaré,
quién alejará de mí el destino implacable?
¿Quién me ayudará a sobrepasar tan ardua situación?
Mi único consuelo es que, en breve, al más allá donde te allás
ire yo a parar.