Poema - VII -
Tras de larga discusión
el coro alado convino
en tomar sin distinción
lo mejor, lo más divino,
para hacer el corazón.
Un ángel luz de la aurora
puso en el regazo tierno
de la virgen seductora;
y la majestad traidora
sombra puso del infierno.
Azucena blanca, ilesa,
otro ángel al seno echó;
y el demonio con presteza,
para manchar su pureza,
iracundo la escupió.
Otro ángel llegóse luego
y un lampo de castidad
puso allí con gran sosiego:
pero de lujuria fuego
echó el rey de la maldad.
De no me olvides la flor,
orgullo de la pradera,
puso un ángel con amor;
y Satán en su rencor
le mezcló la adormidera.
Un suspiro de ternura
y lágrimas de consuelo
puso un ángel de ventura,
y el genio de la amargura
puso de crueldad el hielo.
Vino un ángel candoroso,
y echó la sinceridad
en el seno primoroso;
pero el demonio envivioso
puso allí la falsedad.
Linda gota de rocío,
que temblaba en un clavel,
puso un ángel; y el impío
Lucifer, lleno de hastío,
echó una gota de hiel.
Puso un rayo de esperanza,
que contra la pena escuda,
un ángel de venturanza;
y Satanás sin tardanza
sopló el fuego de la duda.
Un ángel, lleno de unción,
vino a poner con violencia
sacrosanta abnegación;
y el demonio con fruición
arroja allí la exigencia.
Un céfiro recogido
del bosqueen las soledades,
puso un ángel bendecido;
y Satám mezcló atrevido
un puño de tempestades.
En suma, el coro precioso,
cuanto halló de vil y doble.
Cumplieron ya su misión
los ángeles, y por eso
uno con santa emoción
besó a Eva el corazón;
y Satán le dio otro beso.
Terminada así la historia
ningún ángel emprendía
el vuelo; porque es memoria
que amaron más que a su gloria
a la vestal que dormía.
Pero al fin a su morada
triste el grupo se elevó,
y dando una carcajada
la majestad endiablada
en el infierno se hundió.
Poema - VIII -
Despierta la sultana de las flores,
la artística beldad, el ser divino,
y ve brillar sobre el azul ingente,
en mares de colores,
de regio sol la fecundante frente.
Plumados trovadores
nadando en el espacio cristalino,
con canto diferente
de Eva saludan el feliz destino.
* *
Sin tempestad la copa del Oceano,
la rosa sin abrojos,
y sin nubes un cielo soberano
se ofrecen de la virgen a los ojos.
* *
Su terrenal Edén placer le inspira,
y exhalando ternura,
virgen como ella la creación admira,
a la virgen-creación, como ella pura.
Y su mirada tiende
por los prados, los mares y montañas,
y todo lo sorprende;
pero sintiendo que su planta besa
un lago que se duerme entre espadañas,
inclina la cabeza,
y al ver su rostro impreso
de ese lago en limpios cristales,
inflamada de orgullo hasta el exceso,
soy más hermosa yo que todo eso,
exclama en sí gozándose:
y permanece estática admirándose.
Poema - IX -
Allá en lontanaza resuena un silbido
agudo, siniestro, que infunde terror:
el ave medrosa se oculta en su nido,
temblando en su broche se oculta la flor:
Silbido que helara de espanto al infierno:
semeja al silbato que sopla tal vez
el rey de la sombra allí en el averno,
llamando a las furias en torno de él.
Silbido que oigo a veces soñando;
silbido que finge fatídica voz
de locomotiva, que vuela llevando
las almas precitas que Dios condenó.
Horrible serpiente con furia le arroja,
reptil que se arrastra en lenta espiral,
y en marca tortuosa ya plega o afloja
de anillos jaspeados la serie fatal.
Su chata cabeza, horrible, aplastada,
encubre prudencia y astucia a la vez:
congela su aspecto, y tiene erizada
de granos menudos la gélida piel.
En torpe bostezo histérica mueve
saeta que oculta ponzoña letal;
sus ojos pequeños, redondos, en breve
instante fascinan, matando quizá.
Reptil asqueroso que el alma horroriza,
y seca a su paso la púdica flor,
y deja por huella zigzag de ceniza
y vuelve tabaco del musgo el verdor.
Se acerca el enorme, gigante gusano,
al sitio do se halla el ángel mujer,
que viene a dar cima, astuto e insano,
a la obra maestra del ángel Luzbel.
La horrible serpiente, callada, medrosa,
se enreda en el tronco de un árbol gentil,
y hablando a la virgen con voz melodiosa,
entabla con ella un diálogo así:
Poema - X -
--¿Por qué con tu propio halago
te muestras, Eva, orgullosa?
-Porque me vi muy hermosa
en el cristal de ese lago.
-No te negaré, criatura,
de la misma gloria emblema
que tu hermosura suprema
excede a toda hermosura;
que Dios te arrojó del cielo,
mansión divinal de arcángeles,
para evitar a los ángeles
las consecuencias del celo.
Y hasta ese sol tan ufano
que alumbra la azul esfera,
robarte el fuego quisiera
de tu mirar soberano.
¿Ves de ese campo el tesoro
riquísimo de esmeralda,
y las flores que en su falda
abren sus broches de oro?
* * * * * *
Pues envidian los colores
que tiñen tu faz preciosa,
porque tú eres más hermosa
que el sol, el campo y las flores.
-serpiente de dulce acento,
¿qué, yo soy tan peregrina?
-Eres Eva más divina
que la luz del firmamento.
¿Pero de qué a tu inocencia
sirve ese don sin afeite
si, no gozas el deleite
del árbol que da la ciencia?
* * * * * *
Di, mujer, ¿para qué quieres
con Adán a cada instante,
una existencia ignorante?
¡Oh, si probaras los dos
ese fruto deseado!...
--Dios ese fruto ha vedado,
--Envidia que tiene Dios.
El fruto que no conoces,
esconde en cáliz de flores,
el amor de los amores,
el delirio de los goces.
De vida germen fecundo,
mar de ternura sagrado,
es un lazo destinado
para encadenar al mundo.
Es luz, es el consuelo,
poruqe a dos almas unidas
eleva desfallecidas
hasta las puertas del cielo.
--Pero el fruto está maldito...
--Porque es fruto de ilusiones
que en dulcísimas fruiciones
hace gozar lo infinito.
Y ese fruto te asegura
que al hombre a quien hoy te humillas
adorará de rodillas
el poder de tu hermosura.
--¿Cierto es que ese fruto encierra
tantos bienes?
--Eva hermosa,
pruébalo y serás la diosa
en el altar de la tierra.
Y ya que altares te erigen
tus gracias, cumpla al destino,
ángel de origen divino,
elevarte hasta tu origen.
Que al mismo Dios, no te asombre,
aunque eres débil mujer,
disputarás el poder.
--Me voy a tentar al hombre.
Poema - XI -
Blanca vestal inocente,
raudal precioso de hechizo,
gacela del paraíso
que fascinó la serpiente.
¡Ay!, el demonio inclemente
en sus infames antojos,
tu pensil trocó en abrojos;
y al robar tu bella calma
te dejó luto en el alma,
te dejó llanto en los ojos.
Paloma de níveo seno
y de tiernísimo arrullo,
que el demonio del orgullo
alimentó con veneno.
Luz que refleja en el cieno,
virgen que de amor te llenas
y el corazón enajenas,
para obtener por tributo
con el placer de un minuto
amargas horas de penas.
Lago de amor, te enturbiaste;
esperanza, te perdiste;
vapor, te desvaneciste;
iris, te desbarataste;
lucero, te desquiciaste...
¿por qué es la hermosura, di,
tu perdición? ¿Por qué así
te ocultas, luna preciosa?
¿Es crimen nacer hermosa?
¡Pobre mujer!, ¡ay de ti!
Ánfora de rica esencia
que inmundo reptil quebró,
llama de fe que apagó
repugnante descreencia.
Árcangel de la inocencia,
que vil lascivia convierte
en escarnio de la suerte;
mujer de Dios bendecida,
que das al amor la vida
y el amor te da la muerte.
Ave linda que tu aliento
exhalas en dulce trino;
flor que a merced del destino
vuelas en brazos del viento.
Perfume del sentimiento,
soñadora cuyo encanto
se disipa en el quebranto,
que en fantásticos crespones
duermes con las ilusiones
y despiertas con el llanto.
¿De qué al hombre le sirvió
el libro de la verdad,
que en aquella soledad
el ángel Raziel dejó?...
El hombre no puede, no,
resistir a tu poder,
y con inmenso placer
el hombre encuentra en tu gracia
su desgracia y tu desgracia
¡Pobre Adán! ¡Pobre mujer!
Poema - XII -
Ved aquí a la mujer: nació de un sueño,
el demonio y los ángeles formaron
su corazón, y con fatal empeño
de virtudes y vicios la llenaron.
Infierno se volvió Edén risueño,
de su pensil las flores se agostaron,
que en la liga criminal con la serpiente
tentó al esposo y enlodó su frente.
Virgen que al hombre con placer seduce
por el placer de verse seducida;
arcángel que al abismo nos conduce,
demonio que a la Gloria nos convida,
espejo de ilusión que reproduce
el desencanto horrible de la vida,
abrojo punzador, fragane rosa,
lindo poema que termina en prosa.
Reina, si niega; al conceder, esclava;
se conmueve y es dura como roca,
es su amor tan ardiente como lava,
y su desdén glacial fiebre provoca.
Modesta es; la vence quien la alaba,
cobarde es; pero se atreve loca,
y al verso sorprendida en el delito
negándolo, su aplomo es inaudito.
Soñadora ambiciosa y exigente,
elige lo peor siempre que escoge;
su corazón conquista quien le miente,
y quien la adora, su desdén recoge;
porque embustera y a la vez creyente
la vil lisonja con bondad acoge,
y aunque el fuego del genio le fascina
la cachaza del tonto la domina.
Sublime en su dolor, falsa en su llanto,
mártir-verdugo, ser incomprensible,
ángel demonio del celeste encanto;
modelo de bondad y aunque sensible,
¡ay del que la ama con pasión!, que en tanto
expira por su amor, ella insensible,
con el tormento insoportable juega
del infeliz que el corazón le entrega.
Divina flor que oculta su corola
ampolleta de miel envenenada,
que el jugo de sus labios de amapola
es para el alma enamorada
víctima pura que el deleite inmola
en el altar de Astarté depravada;
mas de tal sacrificio en el misterio
el secreto se esconde de su imperio.
Que a sus pies el amante se arrodilla
implorando un favor que la envilece,
y aunque el amor del hombre la mancilla,
cuando su amor no premia, lo agradece:
un acto fisiológico la humilla;
pero el fruto de ese acto la enaltece
y si fue hija quizá loca y variable,
es la madre sublime y admirable.
Sibarita insaciable en la opulencia,
en la desgracia resignada y noble.
Débil que de la suerte la inclemencia
sufre con fuerza de gigante roble;
conjunto de perfidia y de inocencia,
amiga buena pero amante innoble;
pizarra es su corazón de fuego
y en él escribe lo que borra luego.
Hija del sueño, la verdad la mata;
es nula su razón; grande su instinto;
ama por gratitud; pero es ingrata;
foco de luz, de sombra laberinto;
paloma humilde; pero a veces gata;
y siempre igual, versátil ser distinto:
misterio santo que el demonio explica,
rica en pesares, en placeres rica.
La lisonja servil es su elemento
sin que el incienso adulador la obligue,
que lo que no conquista el rendimiento
con el desdén a veces se consigue;
venero de ternura y de tormento,
demonio tentador que el hombre sigue;
ángel de paz, emblema de concordia,
germen precioso de fatal discordia.
Humilde sierva con poder ingente,
álbum sagrado por Satán escrito,
casto rayo de luz, fuego candente,
cáliz que emponzoñó labio maldito:
fue deshonesta, cuando fue inocente,
y nació su poder de su delito:
le dio la castidad blancas guirnaldas
y en el lecho de Adán cayó de espaldas.
Pero si Eva infeliz condena al hombre,
redime al hombre la Mujer María,
¡Bendito sea de la mujer el nombre!
Sin la mujer el hombre ¿qué haría?
Todos somos por ella, no os asombre;
porque, en fin, la mujer es noche, día,
es venero, bezoar, alpha y omega,
faro que alumbra, resplandor que ciega.
Poema de Antonio Plaza