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A veces, una imagen ilusoria
del bien que ya perdí,
renace, por traer a mi memoria
aquellos tiempos en que fue mi gloria
estar cerca de ti.
De día, por la calle, a la ventura,
vagaba soñador;
la gente, sospechando mi locura,
contemplaba mi extraña catadura
con sorpresa y temor,
De noche, era mejor; lóbrega, fría,
desierta la ciudad;
yo, con mi sombra, en grata compañía,
silencioso y pausado recorría
la muda soledad.
Lento cruzaba el extendido puente,
resonante a mis pies;
y rasgando el nublado transparente
me mandaba la luna complaciente
salutación cortés.
Delante de tu casa embebecido,
por fuerza incontrastable conducido,
paréme veces mil;
alcé los ojos, agucé el sentido,
delirante, febril.
Yo sé que te asomaste a la ventana
en más de una ocasión;
y me viste, triunfante soberana,
inmóvil, en la esquina más cercana,
como un guardacantón.
A veces, una imagen ilusoria
del bien que ya perdí,
renace, por traer a mi memoria
aquellos tiempos en que fue mi gloria
estar cerca de ti.
De día, por la calle, a la ventura,
vagaba soñador;
la gente, sospechando mi locura,
contemplaba mi extraña catadura
con sorpresa y temor,
De noche, era mejor; lóbrega, fría,
desierta la ciudad;
yo, con mi sombra, en grata compañía,
silencioso y pausado recorría
la muda soledad.
Lento cruzaba el extendido puente,
resonante a mis pies;
y rasgando el nublado transparente
me mandaba la luna complaciente
salutación cortés.
Delante de tu casa embebecido,
por fuerza incontrastable conducido,
paréme veces mil;
alcé los ojos, agucé el sentido,
delirante, febril.
Yo sé que te asomaste a la ventana
en más de una ocasión;
y me viste, triunfante soberana,
inmóvil, en la esquina más cercana,
como un guardacantón.