Soneto XXXIV
Gracias al cielo doy que ya del cuello
del todo el grave yugo he sacudido,
y que del viento el mar embravecido
veré desde la tierra sin temello;
Veré colgada de un sutil cabello
la vida del amante embebecido
en su error, y en su engaño adormecido,
sordo a las voces que le avisan dello.
Alegraráme el mal de los mortales;
mas no es mi corazón tan inhumano
en aquesta opinión como parece,
porque yo huelgo, como huelga el sano,
no de ver a los otros en aquellos males,
sino de ver que dellos él carece.
Gracias al cielo doy que ya del cuello
del todo el grave yugo he sacudido,
y que del viento el mar embravecido
veré desde la tierra sin temello;
Veré colgada de un sutil cabello
la vida del amante embebecido
en su error, y en su engaño adormecido,
sordo a las voces que le avisan dello.
Alegraráme el mal de los mortales;
mas no es mi corazón tan inhumano
en aquesta opinión como parece,
porque yo huelgo, como huelga el sano,
no de ver a los otros en aquellos males,
sino de ver que dellos él carece.