Soneto XXXIII de Garcilaso de la Vega

Soneto XXXIII


Mario, el ingrato Amor, como testigo
de mi fe pura y de mi gran firmeza,
usando en mí su vil naturaleza,
que es hacer más ofensa al más amigo;

teniendo miedo que si escribo o digo
su condición, abajo su grandeza;
no bastando su fuerza a mi crueza,
ha esforzado la mano a mi enemigo.

Y así, en la parte que la diestra mano
gobierna. y en aquella que declara
los conceptos del alma, fui herido.

Mas yo haré que aquesta ofensa, cara
le cueste al ofensor, ya que estoy sano,
libre, desesperado y ofendido.