Miguel de Unamuno
29 IX 10.
Ahora que ya por fin ganó la cumbre,
á mis ojos la niebla cubre el valle
y no distingo á donde va la calle
de mi descenso. Con la pesadumbre
de los agüeros vuelvo hacia la lumbre
que mengua la mirada. Que se acalle
te pido esta mi ansión y que tu dalle
siegue al cabo, Señor, toda mi herrumbre.
Cuando puesto ya el sol contra mi frente
me amaguen de la noche las tinieblas,
tú, Señor de mis años, que clemente
mis esperanzas con recuerdos pueblas,
confórtame al bajar de la pendiente;
de las nieblas salí, vuelvo á las nieblas.
29 IX 10.
Ahora que ya por fin ganó la cumbre,
á mis ojos la niebla cubre el valle
y no distingo á donde va la calle
de mi descenso. Con la pesadumbre
de los agüeros vuelvo hacia la lumbre
que mengua la mirada. Que se acalle
te pido esta mi ansión y que tu dalle
siegue al cabo, Señor, toda mi herrumbre.
Cuando puesto ya el sol contra mi frente
me amaguen de la noche las tinieblas,
tú, Señor de mis años, que clemente
mis esperanzas con recuerdos pueblas,
confórtame al bajar de la pendiente;
de las nieblas salí, vuelvo á las nieblas.