Soneto: LXXXV El corazón del mundo

Miguel de Unamuno


Reposa, corazón, que harto lidiaste
y reposando espéralo al reposo
postrero que no acaba; que te baste
lo ya vencido en este tormentoso

combatir, y curado del desgaste
en el descanso púrgate del poso
de aquella mala sangre que cobraste
en las arenas del ardiente coso.

Limpio has de ir á Dios, hoy pobre esclavo
de la lucha, y pues ésta es la que mancha
límpiate de la paz en el profundo

recojimiento; gozarás al cabo
el increado aire que te ensancha
hasta fundirte al Corazón del Mundo.