Miguel de Unamuno
Cúbreme con tus alas, ángel mío,
haciendo de ellas nube que no pasa;
tú proteges la mente á la que abrasa
la cara del Señor, mientras el río
del destino bajamos. Pues confío
que cuando vuelva á la paterna casa,
no ya velada la verdad, mas rasa
contemplar pueda á todo mi albedrío.
Mira, ángel mío, que la vida es corta
aunque muy trabajosa su carrera
y en ella no puede ir el alma absorta
de su Dios. Así espero á que me muera
para verlo, pues única soporta
la muerte á la verdad nuda y entera.
Cúbreme con tus alas, ángel mío,
haciendo de ellas nube que no pasa;
tú proteges la mente á la que abrasa
la cara del Señor, mientras el río
del destino bajamos. Pues confío
que cuando vuelva á la paterna casa,
no ya velada la verdad, mas rasa
contemplar pueda á todo mi albedrío.
Mira, ángel mío, que la vida es corta
aunque muy trabajosa su carrera
y en ella no puede ir el alma absorta
de su Dios. Así espero á que me muera
para verlo, pues única soporta
la muerte á la verdad nuda y entera.