Miguel de Unamuno
Mantiene con su Dios largos monólogos
en el centro del alma, según dice,
cuidando mucho no se les deslice
la más leve herejía; son teólogos
los dos, según él cree, pero en apólogos
tienen que hablar, y no hay quien los cotice
en su justo valor, y al infelice
con líos de palabras los filólogos
se le vienen encima. Y él responde:
«Hablar con Dios meterse es hasta el fondo
del abismo; por mucho que se ahonde
no se le toca; cuanto puedo sondo
y respondo de mí, mas Dios se esconde
y es de Él, de Dios, de quien yo no respondo».
Mantiene con su Dios largos monólogos
en el centro del alma, según dice,
cuidando mucho no se les deslice
la más leve herejía; son teólogos
los dos, según él cree, pero en apólogos
tienen que hablar, y no hay quien los cotice
en su justo valor, y al infelice
con líos de palabras los filólogos
se le vienen encima. Y él responde:
«Hablar con Dios meterse es hasta el fondo
del abismo; por mucho que se ahonde
no se le toca; cuanto puedo sondo
y respondo de mí, mas Dios se esconde
y es de Él, de Dios, de quien yo no respondo».