Soneto: CXVIII Irrequietum cor

Miguel de Unamuno


Recio Jesús ibero, el de Teresa,
tú que en la más recóndita morada
del alma mueres, cumple la promesa
que entre abrazos de fé diste á la amada.

Gozó dolor sabroso, Quijotesa
á lo divino, que dejó asentada
nuestra España inmortal cuya es la empresa:
sólo existe lo eterno; Dios ó nada!

Si él se hizo hombre para hacernos dioses,
mortal para librarnos de la muerte,
qué mucho osado corazón, que así oses

romper los grillos de la humana suerte
y que en la negra vida no reposes
bregando sin cesar por poseerte?