Tal alto esforzó el vuelo mi esperanza,
que mereció perderse en su osadía;
yo bien lo sospechaba y le temía
de su atrevida empresa la venganza.
No me escuchó, y siguió con confianza
que huyó con los bienes que tenía;
y conmigo en tal cuita y agonía
se adolece y lamenta en la mudanza.
Para aliviar la culpa en tanto daño,
de Faetón el rayo le recuerdo,
y de su intento ufano la memoria;
que solo ya me sirvo del engaño,
en mi mal, y en mi error, penando pierdo
sin razón, las promesas de mi gloria.