Poema - 58 - de Heinrich Heine

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Espléndidos zafiros
son tus azules, celestiales ojos:
¡Feliz, feliz el hombre
a quien miren extáticos y absortos!

Purísimo diamante,
es tu fiel corazón, como no hay otro:
¡Feliz, feliz el hombre
por quien irradie sus destellos todos!

Son fúlgidos rubíes
tus dulces labios, que me vuelven loco:
¡Feliz, feliz el hombre
a quien sonrían tiernos y amorosos!

Si en apartada selva
yo, frente a frente, le encontrara, y solo,
¡cuán poco sus venturas
duráranle, cuán poco!