Poema - 32 - de Heinrich Heine

- 32 -

Dicen que amor inclemente
abrió a mis pies un abismo;
tanto lo dice la gente,
que acabaré, finalmente,
por creérmelo yo mismo.

Muchas veces te juré
amor y constante fe,
niña de rasgados ojos,
y te dije mis enojos,
y que por ti moriré.

Mas no, solo, en tu aposento
te declaré lo que siento;
cuando en tu presencia me hallo
cuanto más decir intento,
más vacilo, tiemblo y callo.

Angeles malos mi boca
cerraron -¡aprensión loca!-
y por ello sufro así:
¡ángeles malos, cuán poca
piedad hubisteis de mí!