Poema - 14 - de Heinrich Heine

- 14 -

Anochece; las pálidas neblinas
cubren el vasto piélago; siniestras
gimen las ondas y visión gallarda
miro surgir entre ellas.

El hada es de los mares, que a la orilla
viene, y callada junto a mí se sienta,
dejando ver su seno alabastrino
la túnica entreabierta.

Los brazos abre, y me los echa al cuello
con tal empuje, que respiro apenas:
-«Muy fuertes son, exclamo, tus abrazos,
bellísima Sirena!

-Si mis brazos te oprimen tan ansiosos,
si a mi seno te estrecho con tal fuerza,
es porque sopla congelado el cierzo
y el frío me penetra».

Entre las nubes lóbregas asoma
la luna, siempre triste y macilenta:
-«¡Tus ojos se humedecen y se enturbian,
bellísima Sirena!»

-«No se enturbian mis ojos ni humedecen:
salgo del mar que protector me alberga;
de sus olas amargas una gota
en mis pupilas queda».

Lanza un grito agorero la gaviota;
bate el mar espumoso la ribera:
-«¡Cuál tu agitado corazón palpita,
bellísima Sirena!

-¡Si así palpita mi azorado pecho,
si salta el corazón y arden mis venas,
es, gallardo mortal, porque te adoro
con ansiedad frenética!»