Poema: Noche en la playa de Heinrich Heine

Noche en la playa

Obscura y fría es la noche ;
gruñe el mar alborotado;
sobre las aguas tendido
el aquilón boca abajo,
como un viejo que chochea,
les cuenta cuentos extraños,
guerras, ardides y burlas
de gigantes y de endriagos,
y a la vez canta y aúlla,
en su gaznate mezclando
con evocaciones rúnicas
conjuros escandinavos;
y es tan feroz su alegría,
tan grotesco su sarcasmo,
que surgiendo del abismo
en tropel desordenado,
saltan y gritan gozosos
los hijos del Océano.
Por la playa tenebrosa
que humedece el mar amargo,
desconocido extranjero
avanza altivo y gallardo.
Si hay borrasca en mar y viento,
aun es mayor la de su ánimo.
En donde fija la planta
saltan rojizos chispazos,
y las conchas de la orilla
crujen rotas a su paso,
Avanza entre negras sombras
envuelto en su obscuro manto,
y su fijo rumbo guía
débil resplandor lejano,
que en una mísera choza
fulgura trémulo y vago.
Allá en el mar está el padre,
allá en el mar el hermano;
joven, sin madre, la hija
en el hogar solitario,
joven, sin madre, y hermosa
como un ensueño fantástico.
Cerca del fogón sentada,
halagadores presagios
oye en la negra caldera
que hierve lenta, y va echando
ramas que chisporrotean
al fuego medio apagado.
Sopla después, e iluminan
llamas de fulgores cárdenos
su bello rostro encendido
y sus hombros de alabastro,
que descubre mal ceñido
el corpiño grueso y áspero,
y sus manos hacendosas,
sus breves y blancas manos
que al mórbido talle anudan
el desprendido refajo.
De pronto se abre la puerta,
entra el extranjero, y ávido
clava en la cándida niña
dulces los ojos huraños.
Estremécese la hermosa
cual lirio en trémulo vástago,
y él sonríe y se adelanta,
la capa al suelo arrojando.
-«Mira, cumplí mi palabra»
dice, entre tierno y ufano;
«Vine, y vinieron conmigo
los buenos tiempos de antaño,
los tiempos en que los dioses
bajaban enamorados.
y a las hijas de los hombres
se unían, y de esos lazos
nacían reyes gloriosos
y héroes, de la tierra pasmo.
No te asombres, pues oh niña,
al ver mi celeste rango;
prepárame una caliente
taza de té, y de ron cárgalo,
porque en la maldita playa
sopla un cierzo de mil diablos,
y también en estas noches
las deidades atrapamos
un inmortal garrotillo
o algún divino catarro».