Misterio de José Zorrilla

mujer misteriosa
Misterio

A mi amigo D. Antonio García Gutiérrez.

¡Ay! Aparta, falaz pensamiento,
Que eterno en el alma bulléndome estás,
Falsa luz que al impulso del viento,
En vez de guiarme perdiéndome vas.

Tras de ti por las sombras camino,
Ni noche ni día descanso tras ti;
Es seguirte tal vez mi destino,
Y acaso es el tuyo guardarte de mí.

Misteriosa visión de mi vida,
Más vaga que el caos en forma y color,
Te comprendo en mí mismo perdida,
Cual sueño penoso, cual sombra de amor.

Ya tu blanda amorosa sonrisa
Me presta esperanza, me aviva la fe;
Cual flor eres que aroma la brisa
Y en seco desierto olvidada se ve

Ya tu imagen sombría y medrosa
Me ciega y me arrastra en su curso veloz,
Como nube que rueda espantosa
En brazos del viento al compás de su voz.

Ya cual ángel de paz te contemplo,
Y ya cual fantasma sangrienta y tenaz;
En el valle, en la roca, en el templo,
Te alcanzo a lo lejos hermosa y fugaz.

Por doquiera te encuentran mis ojos;
No miro ni tengo más rumbo doquier,
Ya te muestres preñada de enojos,
Fantasma enemiga o risueña mujer.

Yo no sé de tu esencia el misterio,
Tu nombre y tu vago destino no sé,
Ni cuál es tu ignorado hemisferio,
Ni adónde perdido siguiéndote irá.

Mas no encuentro otro fin a mi vida,
Más paz, ni reposo, ni gloria que tú,
Que en el cóncavo espacio perdida,
Tu alcázar es su ancho dosel de tisú.

Por su rica región las estrellas
A veces brillante camino te dan,
Y otras veces tus místicas huellas
Por mares de sombras perdiéndose van.

Una brisa en las ramas sonando,
Que dice tu nombre imagino tal vez,
Y un relámpago raudo pasando,
Tu forma me muestra en fatal rapidez.

Yo, postrado al mirarte de hinojos,
Doquier que apareces levanto un altar,
Y arrasados en llanto los ojos,
Tal vez insensato te voy a adorar.

Mas al ir a empezar mi conjuro,
Mi torpe blasfemia o mi casta oración,
El Oriente en su cóncavo impuro.
Me sorbe irritado mi blanca visión.

Y tu imagen me queda en la mente
Informe, insensible, cual bulto sin luz
Que se crea el temor de un demente,
De lóbrega noche entre el negro capuz.

Sueño, estrella o espectro, ¿quién eres?
¿Qué buscas, fantasma, qué quieres de mí?
¿No hay sin ti ni dolor ni placeres?
¿No hay lecho, ni tumba, ni mundo sin ti?

¿No hay un hueco do esconda mi frente?
¿No hay venda que pueda mis ojos cegar?
¿No hay beleño que aduerma mi mente,
Que hierve encerrada de sombra en un mar?....

¡Oh! Si gozas de voz y de vida,
Si tienes un cuerpo palpable y real,
Deja al menos, fantasma querida,
Que goce un instante tu vista inmortal.

Dame al menos un sí de esperanza,
Alguna sonrisa, fugaz serafín,
Con que espere algún día bonanza
El golfo del alma que bulle sin fin.

Mas si es sólo ilusión peregrina
Que el ánima ardiente soñando creó,
¡Ay! deshaz esa sombra divina
Que viene conmigo doquier que voy yo.

Sí, deshazla, que en vano la miro
En torno a mis ojos errante vagar,
Si cual débil y triste suspiro
Se pierde en los vientos al irla a abrazar.

Sí, deshazla, que torpe mi mano,
Su mano en la sombra jamás encontró,
Ni el más flébil lamento liviano,
Avaro en mi oído su labio posó.

Muere al fin, ¡oh visión de mi vida!
Más vaga que el caos en forma o color,
A quien siento en mí mismo perdida,
Cual sueño penoso, cual sombra de amor.

Mas ¿qué fuera del triste peregrino
Que cruzando sediento el arenal
No encontrara jamás en su camino
Mansa sombra ni fresco manantial?

De esta vida en la noche tormentosa,
¿Qué rumbo ni qué término seguir?
Sin tu vaga presencia misteriosa,
Sin tu blanca ilusión, ¿cómo vivir?

Abriéranse mis ojos a mirarte,
Mis oídos tus pasos a escuchar,
Y al fin, desesperados de encontrarte,
Tornáranse en tinieblas a cerrar.

Despertara en la noche solitaria
De tus palabras al fingido son,
Y sólo respondiera a mi plegaria
El latido del triste corazón.

¡Sombra querida, sin cesar conmigo
Mis lentas horas hechizando ven,
Y el desierto arenal será contigo,
Huerto frondoso y perfumado Edén!

No expires, misterioso pensamiento
Que dentro oculto de mi mente vas,
Aunque no alcance el corazón sediento
Tu tanta esencia a comprender jamás.

No sepa nunca tu verdad dudosa;
Vélame, si lo quieres, tu razón;
Disípate a lo lejos vagarosa,
Mas sé siempre mi cándida ilusión.

Al fin sabré que junto a ti respiro,
Que estás velando junto a mí sabré,
Y que aun brilla oscilando en lento giro
La consumida antorcha de mi fe.

¿Qué me importa tu esencia ni tu nombre,
Genio hermoso, o quimérica ilusión,
Si en esta soledad, cárcel del hombre,
Dentro de ti te guarda el corazón?

¿Qué me importa jamás saber quién eres,
Astro de cuya luz gozando voy,
Término de mi afán y mis placeres,
Dios que sin fin idolatrando estoy?

Quienquier que seas, vano pensamiento,
Mujer hermosa que soñando vi,
O recuerdo o tenaz remordimiento,
Ni un solo instante viviré sin ti.

Si eres recuerdo endulzarás mi vida,
Si eres remordimiento te ahogaré,
Si eres visión te seguiré perdida,
Si eres una mujer yo te amaré.