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Las azules violetas ruborosas
de su pupila, que serena brilla;
las delicadas rosas
de su fresca mejilla;
las blancas azucenas de su mano:
todo, para robarme dicha y calma,
todo aún florece espléndido y lozano:
nada hay marchito en ella, más que el alma.
Las azules violetas ruborosas
de su pupila, que serena brilla;
las delicadas rosas
de su fresca mejilla;
las blancas azucenas de su mano:
todo, para robarme dicha y calma,
todo aún florece espléndido y lozano:
nada hay marchito en ella, más que el alma.