Epílogo
Como en fértil campiña mies lozana,
así brotan en haces apretados
los pensamientos en la mente humana,
y aquéllos que inspiraron los amores,
son como las que veis en los sembrados
rojas o azules flores.
¡Flores rojas o azules! Displicente
os deja el segador; el campesino
sin piedad os destroza;
y el mismo pasajero indiferente,
aunque alegráis su vista en el camino,
os llama «estéril broza».
Mas la doncella del lugar, que goza
tejiendo su guirnalda,
ávida os busca con sus ojos bellos,
os recoge en su falda,
os coloca después en sus cabellos,
y, así adornada, vuela
a la plaza, do en ecos repetidos
resuenan el rabel y la vihuela,
o al matorral espeso, que ella sabe,
donde escucha otra voz, a sus oídos
más que el rabel y la vihuela suave.
Como en fértil campiña mies lozana,
así brotan en haces apretados
los pensamientos en la mente humana,
y aquéllos que inspiraron los amores,
son como las que veis en los sembrados
rojas o azules flores.
¡Flores rojas o azules! Displicente
os deja el segador; el campesino
sin piedad os destroza;
y el mismo pasajero indiferente,
aunque alegráis su vista en el camino,
os llama «estéril broza».
Mas la doncella del lugar, que goza
tejiendo su guirnalda,
ávida os busca con sus ojos bellos,
os recoge en su falda,
os coloca después en sus cabellos,
y, así adornada, vuela
a la plaza, do en ecos repetidos
resuenan el rabel y la vihuela,
o al matorral espeso, que ella sabe,
donde escucha otra voz, a sus oídos
más que el rabel y la vihuela suave.