Cantar 5 de Heinrich Heine

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Cuna de mi pena ansiosa,
sepulcro donde reposa
mi tranquilo bienestar,
ciudad querida y hermosa,
¡adiós! te voy a dejar.

¡Adiós, umbral consagrado
por la huella de su pie!
¡Adiós, sitio afortunado,
donde primero, extasiado,
su hermosura contemplé!

¡Ojalá nunca te viera,
reina de mi corazón!
No, atribulado, sufriera
esta suerte lastimera
que ha de ser mi perdición!

Perturbar no quise tu alma,
ni la victoriosa palma
de tu ansiado amor ceñir;
a tu lado, en dulce calma,
soñé tan sólo vivir.

Pero tú no lo has querido:
con tus palabras de hiel
me arrojas; pierdo el sentido,
y el corazón malherido
sucumbe a la prueba cruel.

Iré, incierto caminante,
llevando a cuestas mi mal;
hasta que en tierra distante
pose la sien delirante
sobre la tumba glacial.