Cantar 10 de Heinrich Heine

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Cual ataúd que mano lastimera
orna de rosas y hojas de ciprés,
aqueste libro engalanar quisiera,
y en él mis versos sepultar después,

¡Ojalá mis fantásticos amores
pudiese con mis versos sepultar!
En el sepulcro del amor las flores
del sosiego feliz suelen brotar.

Abriendo allí su cáliz, nos envían
sus aromas de mágica virtud:
¡para mí, sólo florecer podrían
ocupando yo mismo el ataúd!

¡Ved aquí mis cantares, encendidos
cual roja lava del Vesubio ayer,
que en el volcán del corazón fundidos,
fueron brillante ráfaga al nacer!

Mudos y tristes hoy, mustias sus galas,
yacen yertos, sin vida y sin calor;
mas revivir aún pueden, si sus alas
sobre ellos bate el genio del amor.

Aunque lejos estás, amada mía,
este libro a tus manos llegará;
y la pasión que lo dictaba un día,
melancólica en él renacerá.

Y perdiendo las letras su sentido,
te mirarán con plácida avidez;
y de olvidado amor blando gemido
suspirarán mis versos otra vez.