Poema: Borrasca de Heinrich Heine

Borrasca

Ruge la negra borrasca;
ruge con terrible cólera;
latigazos de los vientos
encabritan a las olas;
y como grandes montañas
pasan en carrera loca.
El mísero barquichuelo
bríos busca, fuerzas toma,
sube a la líquida cumbre,
y apenas la cumbre dobla,
abre la mar negro abismo,
y en él se hunde y se desploma.

¡Pérfida mar! ¡fiera madre
de la deidad más hermosa,
la que entre rizos de espumas
nació en tus entrañas hondas!
¡Abuela del Amor-niño!
bien tu condición denotas.
Ya con alas palpitantes,
vuela siniestra gaviota;
ya el sangriento pico aguza
en el mástil codiciosa;
ya husmea voraz la presa,
y esa presa ¡mar traidora!
es mi corazón, que llena
de tu bella hija la gloria,
y tu nieto, el rapazuelo,
por juguete pueril toma.

¡Toda súplica es inútill
¡Toda plegaria es ociosa!
Olas y vientos en guerra
mi voz apagan y ahogan,
y como tropel de orates
silban, rugen y alborotan.
Pero ¿qué vago murmurio
llega al alma soñadora?
Es la vibración del arpa,
es voz dulce y melancólica,
canto que el alma desgarra,
canto que el alma transporta,
y de esa voz y ese canto
conozco todas las notas.

En la escocesa ribera
álzanse cortadas rocas,
y en las rocas una torre,
de mar y playa señora.
Hay en la soberbia torre
ventana de estrecha bóveda,
hay en la estrecha ventana,
dama pálida y hermosa.
Soberana es su hermosura
y es su palidez marmórea;
y canta y el arpa pulsa,
y las brisas bulliciosas
sus blondos bucles agitan,
y sus cantares arrojan
a la inmensidad sombría
de las turbulentas olas.