Poema Boleras inocentes de Antonio Plaza
Arión, hijo de Céres
y de Neptuno,
era caballo y dizque
hablaba el bruto;
no es extraño eso:
aquí los brutos hablan
en el Congreso.
Los nietos de Sesostris,
divinizaron
guajolotes y monos
y hasta lagartos:
aquí un conscripto
también es inviolable
como en Egipto.
Dentro del arca un viejo,
cuando el diluvio,
encerró toda especie
de animaluchos:
en tal recámara
no durmió tanto bípedo
como en la Cámara.
Calígula --dice un
cronista sabio--
nombró Sumo Pontífice
a su caballo;
el tal no miente
porque aquí su Incitatus
fue presidente.
Los negros de Corea
cambian por vino
sus mujeres, sus padres
y hasta sus hijos.
Un patriotero
diera por dos pesetas
el mundo entero.
Su regia majestad
Carlos segundo,
caballero hizo a un lomo
de un cuasiburro:
creo, sin empacho,
Juárez hizo ministro
a un cuasimacho.
San Juan de mata vio
venir a un ciervo,
con cruz enorme
entre los cuernos:
he comprendido
que lo que vio Mata
fue algún marido.
A los rayos Augusto,
tuvo tal pánico,
que si tronaba se iba
al subterráneo.
Hay generales
que con un trueno sufren
ansias mortales.
El Dios a quien Pompilio
culto le daba,
como en carnestolendas
llevó dos caras.
Los que su mano
de amigos os ofrecen
son como Jano.
He visto que a la diosa
sin par, Astrea,
unas balanzas de oro
sirven de emblema.
Quizá por eso,
es siempre la justicia
cuestión de peso.
Al morir Junio. Bruto
clamó enojado:
eres virtud maldita,
un nombre vano.
Y si tal bicho
viviera en este tiempo,
¿qué hubiera dicho?...
Antonio Plaza