Poema 1764 de Emily Dickinson
El ruido más triste, el más dulce ruido,
el ruido que más terrible crece --
Las aves, orquestan la primavera,
En la cercanía deliciosa de la noche
Entre los límites de marzo y abril --
La mágica frontera,
Más allá de donde duda el verano,
casi tan celestialmente cerca.
Nos hace pensar en todos los muertos,
Estos despaciosos junto a nosotros,
Que por la magia que nos separa
se hicieron cruelmente más queridos.
Nos hace pensar en lo que teníamos,
Y lo que hoy deploramos.
Casi deseamos que esas gargantas de sirena
Se marcharan y no cantaran más.
Lo que oímos puede quebrantar un corazón humano
Tan rápido como una lanza,
Pedimos que nuestro oído no tenga el corazón
Tan peligrosamente cerca.
Emily Dickinson