Soneto: XXXVII LA ESFINGE

Miguel de Unamuno


Te arrancaron, Esfinge de granito,
las alas, y tu cuerpo las arenas
cubrieron, y de entonces nos condenas
en la senda que lleva al infinito

marcándonos fatal el postrer hito,
á clavar nuestra planta en las almenas
de tu frente, perdiéndose entre penas
de vanidad de anhelo nuestro grito.

En torno tuyo el abrasado yermo
contempla al cielo de simunes cálido
que sañudo te azota sin piedad,

mientra en rezago el peregrino enfermo
muere de sed y sobre el pecho inválido
ve á la muerte trayendo libertad.