Miguel de Unamuno
En la del Campo secular Medina,
junto al rubio Castillo de la Mota
que al cielo de Castilla yergue rota
su torre, cual blasón de la ruina
de aquella hidalga tierra isabelina,
la de cruz y espadón, sotana y cota,
que allende el mar, en extensión remota,
vendió su sangre al precio de una mina,
velan el sol con su humareda sucia
turbando el sueño de Isabel los trenes,
mientras Maese Luzbel que con la astucia
de su saber nos tiene el alma en rehenes,
sobre esta España que avariento acucia
vuelca el raudal de los dudosos bienes.
En la del Campo secular Medina,
junto al rubio Castillo de la Mota
que al cielo de Castilla yergue rota
su torre, cual blasón de la ruina
de aquella hidalga tierra isabelina,
la de cruz y espadón, sotana y cota,
que allende el mar, en extensión remota,
vendió su sangre al precio de una mina,
velan el sol con su humareda sucia
turbando el sueño de Isabel los trenes,
mientras Maese Luzbel que con la astucia
de su saber nos tiene el alma en rehenes,
sobre esta España que avariento acucia
vuelca el raudal de los dudosos bienes.