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A una cantante después de haberle oído una antigua canción romancesca
Aquel poderoso hechizo
olvidar no podré nunca:
la oía por vez primera,
y era su voz suave música
que el pecho oprime, y los ojos
con dulces lloros enturbia,
sin que el alma se dé cuenta
del bienestar que la inunda.
Un sueño llenó de pronto
mi imaginación confusa:
en la cámara materna,
que débil lámpara alumbra,
leía crédulo niño,
fabulosas aventuras,
mientras silbaban los vientos
entre las pálidas brumas.
Cuerpo las fábulas toman:
levántanse de su tumba
los héroes; en Roncesvalles
estalla tremenda lucha;
allá cabalga Rolando;
allá van las huestes suyas;
allá van también con ellas
Ganelón, ¡que Dios confunda!
Por él, a traición herido,
Rolando cae, y aún empuña
y al labio lleva la trompa,
que con tal clamor retumba,
que, allá lejos, al gran Carlos,
lleva su grito de angustia.
Rolando muere, y su muerte
mi sangriento sueño trunca.
Clamorosa me despierta
tempestad de aplausos súbita:
cesó el poderoso hechizo;
dio fin la extraña aventura;
todos, batiendo las palmas,
exclamaban '¡bravo!' y 'hurra!'
y la artista saludaba
con reverencias profundas.
A una cantante después de haberle oído una antigua canción romancesca
Aquel poderoso hechizo
olvidar no podré nunca:
la oía por vez primera,
y era su voz suave música
que el pecho oprime, y los ojos
con dulces lloros enturbia,
sin que el alma se dé cuenta
del bienestar que la inunda.
Un sueño llenó de pronto
mi imaginación confusa:
en la cámara materna,
que débil lámpara alumbra,
leía crédulo niño,
fabulosas aventuras,
mientras silbaban los vientos
entre las pálidas brumas.
Cuerpo las fábulas toman:
levántanse de su tumba
los héroes; en Roncesvalles
estalla tremenda lucha;
allá cabalga Rolando;
allá van las huestes suyas;
allá van también con ellas
Ganelón, ¡que Dios confunda!
Por él, a traición herido,
Rolando cae, y aún empuña
y al labio lleva la trompa,
que con tal clamor retumba,
que, allá lejos, al gran Carlos,
lleva su grito de angustia.
Rolando muere, y su muerte
mi sangriento sueño trunca.
Clamorosa me despierta
tempestad de aplausos súbita:
cesó el poderoso hechizo;
dio fin la extraña aventura;
todos, batiendo las palmas,
exclamaban '¡bravo!' y 'hurra!'
y la artista saludaba
con reverencias profundas.