Romance 12 de Heinrich Heine

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Al zarpar
En el inquieto mástil apoyado,
las olas cuento y sigo hasta la orilla:
¡Adiós, tierra natal, hogar sagrado!,
¡Qué aprisa vas, barquilla!

Ante la casa paso de mi amante:
en su alegre ventana el sol destella;
casi me miro en su cristal brillante;
mas ¡ay! ¡no hay nadie en ella!

Reprimiré este lloro lastimero
que a mis pupilas da velo sombrío:
el mal que te amenaza, arrostra entero;
¡valor! corazón mío.