Un tiempo, aunque fue breve, osé atrevido,
por ventura atendiendo la victoria,
quejarme, y de mi afán mostrar la historia
a quien me trae en ciego error perdido.
Ahora, o con más lástima ofendido,
o cierto de la falta de mi gloria,
no hago de mis males más memoria
que si yacieran solos en olvido.
Pero el silencio al fin no puede tanto,
que en soledad no rompa, y lo que impide
su vista escribo, del dolor forzado.
Comienza el día, y doy principio al canto
y llanto que en la noche amor despide,
y llanto y canto avivan mi cuidado.