La Dea
A Alberto Ghiraldo
Alberto, en el propíleo del templo soberano
donde Renán rezaba, Verlaine cantado hubiera.
Primavera una rosa de amor tiene en la mano
y cerca de la joven y dulce Primavera.
Término su sonrisa de piedra brinda en vano
a la desnuda náyade y a la ninfa hechicera
que viene a la soberbia fiesta de la pradera
y del boscaje, en busca del lírico Sylvano.
Sobre su altar de oro se levanta la Dea,
-tal en su aspecto icónico la virgen bizantina-
toda la belleza humana ante su luz es fea;
toda visión humana, a su luz es divina:
y esa es la virtud sacra de la divina Idea
cuya alma es una sombra que todo lo ilumina.
A Alberto Ghiraldo
Alberto, en el propíleo del templo soberano
donde Renán rezaba, Verlaine cantado hubiera.
Primavera una rosa de amor tiene en la mano
y cerca de la joven y dulce Primavera.
Término su sonrisa de piedra brinda en vano
a la desnuda náyade y a la ninfa hechicera
que viene a la soberbia fiesta de la pradera
y del boscaje, en busca del lírico Sylvano.
Sobre su altar de oro se levanta la Dea,
-tal en su aspecto icónico la virgen bizantina-
toda la belleza humana ante su luz es fea;
toda visión humana, a su luz es divina:
y esa es la virtud sacra de la divina Idea
cuya alma es una sombra que todo lo ilumina.