El rey Haraldo
En brazos de fada hermosa
yace el noble rey Haraldo;
en el fondo del mar yace,
y los días van pasando.
Ni vivir ni morir puede,
tal la fada lo ha hechizado;
y en ese dulce martirio
lleva ya doscientos años.
La cabeza el rey descansa
sobre el seductor regazo,
y los bellos ojos mira,
sin acabar de mirarlos.
Plata son ya sus cabellos,
su cuerpo está enfermo y flaco;
los pómulos amarillos
saltan de su rostro escuálido.
A veces turban sus sueños
estremecimientos vagos,
cuando bate la borrasca
su cristalino palacio.
A veces oye, allá arriba,
gritos de guerra normandos
y alza los brazos de pronto,
para volver a bajarlos.
A veces mira a lo lejos
marinos que van cantando;
lo que cantan los marinos
glorias son del rey Haraldo.
Y entonces profundo gime,
y la hechicera, al notarlo,
se inclina, y risueña estampa
beso de fuego en sus labios.
En brazos de fada hermosa
yace el noble rey Haraldo;
en el fondo del mar yace,
y los días van pasando.
Ni vivir ni morir puede,
tal la fada lo ha hechizado;
y en ese dulce martirio
lleva ya doscientos años.
La cabeza el rey descansa
sobre el seductor regazo,
y los bellos ojos mira,
sin acabar de mirarlos.
Plata son ya sus cabellos,
su cuerpo está enfermo y flaco;
los pómulos amarillos
saltan de su rostro escuálido.
A veces turban sus sueños
estremecimientos vagos,
cuando bate la borrasca
su cristalino palacio.
A veces oye, allá arriba,
gritos de guerra normandos
y alza los brazos de pronto,
para volver a bajarlos.
A veces mira a lo lejos
marinos que van cantando;
lo que cantan los marinos
glorias son del rey Haraldo.
Y entonces profundo gime,
y la hechicera, al notarlo,
se inclina, y risueña estampa
beso de fuego en sus labios.