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En la choza del barquero,
contemplábamos el mar;
las neblinas de la tarde
llenábanlo todo ya.
Encendió el próximo faro
su antorcha providencial;
allá a lo lejos, muy lejos,
un buque vimos pasar.
Hablábamos del marino
y de su incesante afán,
siempre en continua borrasca,
siempre en incierta ansiedad.
De lueñas tierras, del Polo
Austral y del Boreal;
de pueblos de extraña raza
y de vida singular.
En el Ganges todo ríe;
selvas perfumadas hay,
y adora la flor del loto,
gente dichosa y jovial.
En Laponia, grey escuálida
de ancha boca y sucia faz,
cuece arenques, y temblando
se acurruca en pobre hogar.
Escuchaban las doncellas;
nadie dijo nada más;
y la nave que pasaba
se perdió en la obscuridad.
En la choza del barquero,
contemplábamos el mar;
las neblinas de la tarde
llenábanlo todo ya.
Encendió el próximo faro
su antorcha providencial;
allá a lo lejos, muy lejos,
un buque vimos pasar.
Hablábamos del marino
y de su incesante afán,
siempre en continua borrasca,
siempre en incierta ansiedad.
De lueñas tierras, del Polo
Austral y del Boreal;
de pueblos de extraña raza
y de vida singular.
En el Ganges todo ríe;
selvas perfumadas hay,
y adora la flor del loto,
gente dichosa y jovial.
En Laponia, grey escuálida
de ancha boca y sucia faz,
cuece arenques, y temblando
se acurruca en pobre hogar.
Escuchaban las doncellas;
nadie dijo nada más;
y la nave que pasaba
se perdió en la obscuridad.