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La noche está borrascosa;
no hay en el cielo una estrella;
todos los árboles silban
cuando cruzo por la selva.
Una luz en la cabaña
del cazador centellea;
pero no llama a los ojos
su claridad macilenta.
Sentada en sillón de cuero
está la abuelita ciega,
inmóvil y silenciosa,
como una imagen de piedra.
El hijo del guardabosque
viene y va con planta inquieta;
cuelga el arcabuz al muro,
y una carcajada suelta.
Baña el lino con sus lágrimas
la bellísima hilandera;
gruñe el mastín de su padre,
gruñe y a sus pies se acuesta.
La noche está borrascosa;
no hay en el cielo una estrella;
todos los árboles silban
cuando cruzo por la selva.
Una luz en la cabaña
del cazador centellea;
pero no llama a los ojos
su claridad macilenta.
Sentada en sillón de cuero
está la abuelita ciega,
inmóvil y silenciosa,
como una imagen de piedra.
El hijo del guardabosque
viene y va con planta inquieta;
cuelga el arcabuz al muro,
y una carcajada suelta.
Baña el lino con sus lágrimas
la bellísima hilandera;
gruñe el mastín de su padre,
gruñe y a sus pies se acuesta.