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Llamé al diablo, y vino al punto.
¡No fue pequeño mi asombro!
no es, como dice la gente,
feo, cornudo ni cojo.
Es simpático, elegante,
bastante joven, buen mozo,
muy cortés, hombre de mundo,
complaciente y obsequioso.
Es, además, consumado
político, y en sus ocios
sobre el Estado y la Iglesia
diserta con gran aplomo.
Tiene la color quebrada,
y mas no es extraño tampoco,
y pues ahora estudia el sanscrito
y los modernos filósofos
Su poeta predilecto
siempre es Fouqué. Gusta poco
de los críticos, y evita
debates contradictorios.
Alegráse cuando supo
que estudié en años remotos
jurisprudencial y me dijo
que él cursó los prolegómenos.
Añadióme que estimaba
mi trato, como un tesoro;
e inclinándose repuso:
«Os vi, si no me equivoco,
en la embajada española».
Y, mirando bien su rostro,
caí al fin en que hace tiempo
conocía yo al demonio.
Llamé al diablo, y vino al punto.
¡No fue pequeño mi asombro!
no es, como dice la gente,
feo, cornudo ni cojo.
Es simpático, elegante,
bastante joven, buen mozo,
muy cortés, hombre de mundo,
complaciente y obsequioso.
Es, además, consumado
político, y en sus ocios
sobre el Estado y la Iglesia
diserta con gran aplomo.
Tiene la color quebrada,
y mas no es extraño tampoco,
y pues ahora estudia el sanscrito
y los modernos filósofos
Su poeta predilecto
siempre es Fouqué. Gusta poco
de los críticos, y evita
debates contradictorios.
Alegráse cuando supo
que estudié en años remotos
jurisprudencial y me dijo
que él cursó los prolegómenos.
Añadióme que estimaba
mi trato, como un tesoro;
e inclinándose repuso:
«Os vi, si no me equivoco,
en la embajada española».
Y, mirando bien su rostro,
caí al fin en que hace tiempo
conocía yo al demonio.