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Dímelo tú, dueño mío:
¿Eres sueño halagador
que en una tarde de estío
forjó el dulce desvarío
del vate, loco de amor?
¡Oh! no: tus labios de rosa,
tu gracia alegre y donosa,
tu pupila, que arde inquieta,
no pueden ser, niña hermosa,
un ensueño del poeta.
Basiliscos y dragones,
horripilantes visiones
y monstruosos disparates;
esas son las creaciones
permitidas a los vates.
Pero tu dulce alegría,
tu travesura discreta,
tu genial coquetería,
no pueden ser, vida mía,
un ensueño del poeta.
Dímelo tú, dueño mío:
¿Eres sueño halagador
que en una tarde de estío
forjó el dulce desvarío
del vate, loco de amor?
¡Oh! no: tus labios de rosa,
tu gracia alegre y donosa,
tu pupila, que arde inquieta,
no pueden ser, niña hermosa,
un ensueño del poeta.
Basiliscos y dragones,
horripilantes visiones
y monstruosos disparates;
esas son las creaciones
permitidas a los vates.
Pero tu dulce alegría,
tu travesura discreta,
tu genial coquetería,
no pueden ser, vida mía,
un ensueño del poeta.